El maltrato escolar y social como una cuestión sistémica: el que maltrata no solo es el maltratador; quien chismorrea, calla o ríe la gracia también lo es.
Diario La Región, 31-1-2024
ACOSO ESCOLAR: UNA CUESTIÓN DE SISTÉMICA GLOBAL
El acoso entre iguales como consecuencia de las
actitudes y los comportamientos en el contexto socio- educativo
Prof. Dr. Manuel Ojea Rúa
En efecto, en
el ámbito de los centros educativos, tanto desde la acción tutorial debidamente
planificada, de la estructura del Plan de Convivencia, así como, desde los programas
específicos de prevención, propuestos por la legislación educativa actual, se
trata de proponer formas preventivas y de actuación inmediata frente al acoso
escolar y sus graves consecuencias en el ámbito psico- social de las personas
que lo sufren.
Y, aunque, asimismo,
son muy evidentes las teorías conceptuales que hacen hincapié en las hipótesis
basadas en la presencia de perfiles de las personas acosadoras, que ejercen el
maltrato entre sus iguales más sensitivos, esta concepción proposicional de
entender el proceso del maltrato escolar no es tan lineal como puede parecer,
pues, un perfil específico concreto, que sea sensible, puede convertirse en
colaborador del grupo acosador y así poder protegerse del efecto del maltrato,
hallando así un modo de pertenencia, que evita su propia autodestrucción
individual.
Pues bien, en
materia de bullying, ya dediqué algunos artículos en este mismo Xornal
Escolar, cuando publiqué un protocolo de actuación ante el acoso escolar (La
Región, 11-2-2016), que, luego, amplié con el análisis de la detección del mobbing
existente entre los docentes (La
Región, 24-5-2016), por lo que, en este artículo, intento centrarme en la
consideración sistémica del concepto del maltrato escolar, pues sin esta acepción
hipotética, difícilmente, este podrá erradicarse.
Por lo que,
más allá de la política escolar oficial, la cual, sin duda, debe ser clara, rotunda
y altamente previsora de las situaciones conflictivas, los elementos esenciales
están conformados por los comportamientos personales de los propios participantes
en el medio interactivo socio- escolar, que conforman el proceso intrínseco
bajo el cual subyacen las conductas luego emergentes negativas. No, en pocas
ocasiones, los estudiantes acosadores no hacen sino imitar las actitudes despectivas
y/o de intimidación observadas durante el proceso interactivo socio- escolar de
forma, muchas veces, directa, pero, otras muchas, de forma indirecta, pero que
ambas constituyen modos conductuales claramente observables dentro del contexto
en sí mismo.
Estas
situaciones pueden producirse, tanto en ámbitos formales, como son reuniones,
comisiones y/o la propia dinámica del aula, como, sobre todo, en ambientes no
formales e informales, como diálogos de pasillo, comentarios de café, opiniones
en la sala de docentes, así como los comentarios de las familias durante entradas
y salidas del colegio, en la que se pueden producir alegatos despectivos sobre
esta o aquella cuestión, que terminan llegando al ámbito del aula de forma
expresa o encubierta, en calidad de cultivos consecuentes con las situaciones
posteriores de acoso y/o maltrato.
Pongamos algunos
ejemplos intrínsecos de una consecuencia indirecta del acoso entre iguales. Desde
un equipo directivo se produce una actitud despectiva hacia un determinado
docente, la cual es reiterativa, que se evidencia en el contexto de las
reuniones oficiales. Pues bien, esta situación siempre acaba teniendo una repercusión
general en el centro. La desconsideración hacia ese docente se extiende encubierta
dentro de la clase, de forma que, si ese docente valora la actitud o el trabajo
de un determinado estudiante, ese mismo estudiante puede convertirse en un
objetivo de los compañeros de perfil acosador. La situación persiste porque la
mayoría acepta y calla ante este tipo de situaciones para no ganarse la
enemistad, especialmente, cuando se trata de los denominados grupos de poder
dentro del contexto socio- escolar.
Si dentro
del contexto del aula, un docente estima en demasía o desestima la actitud y/o
el trabajo de un determinado estudiante, que reitera asiduamente, si este se
trata de estudiante sensitivo, ya puede convertirse en objeto de acoso entre
iguales por los de mayor perfil acosador.
O, cuando, también,
en el ámbito del aula, al mismo estudiante se le corrige en público sus aspectos
más débiles reiteradamente o se le hace constantemente preguntas a sabiendas de
su posible fracaso en la respuesta, este pronto se convierte en objetivo de
risa en público, que, luego, esa misma situación se generaliza al área de ocio y
tiempo libre.
Si, por el
contrario, en el ámbito de clase, al mismo estudiante se le pone en público como
ejemplo de perfección, sobredimensionando su individualidad, aunque así fuera, este
podría convertirse en objetivo de acoso posteriormente, pues, sobredimensionar
una cualidad, sino es autoatribuido, puede perjudicar más que beneficiar a dicho
estudiante/ persona.
Durante las
salidas o entradas, unas familias están haciendo comentarios negativos
ocasionales o reiterados sobre otra determinada familia, el estudiante
perteneciente a esa familia cuestionada, puede convertirse en un objetivo de
los perfiles más acosadores en el contexto socio- educativo.
Cuando entre
el propio grupo de estudiantes, se critica y/o deprecia la actitud social y/o
escolar de un determinado compañero, el cual es más sensitivo, este puede convertirse
en objetivo de una situación de bullying entre iguales, ya no solo desde
el grupo que critica, sino que la situación puede generalizarse a otros grupos
con perfiles acosadores dentro del contexto social y escolar.
Los efectos
de todos estos y otros muchos ejemplos, van a ejercer una intensidad que va a
depender de otros muchos elementos sistémicos educativos, es decir, de la
cultura organizativa en sí, del estilo de liderazgo del centro y de la
consideración de todos los factores organizativos internos que lo conforman.
Pero, además, esta presión educativa no se halla aislada, sino que, por el
contrario, está rodeada de múltiples interacciones sociales que giran alrededor
de conceptos, dentro de los cuales, la presión grupal ejerce toda su influencia
sobre un chivo expiatorio, que siempre coincide con alguien diferencial y/o de
mayor debilidad/ sensibilidad psico- social.
Seguramente,
ninguna de estas acciones se realiza con esta finalidad última, pero, de forma
explícita o implícita, se convierten, siempre, en causas explícitas del acoso
entre iguales.
En
consecuencia, además de los planes y programas formales, bien estructurados,
frente el acoso escolar, es preciso acompañarlos de las acciones cotidianas
personales y sociales que no busquen antropomorfizar el trabajo grupal docente,
ni gestionar la autoridad moral de determinados comentarios, que pueden ocasionar,
consecuencias muy graves en el ámbito individual, que, a veces, son irreparables,
aun cuando estas no hubieran tenido inicialmente tal intención.
Pues bien,
todo cuanto estoy proponiendo no es en nada una opinión personal, ni la idea consecuente
de la improvisación, por el contrario, responde a un conjunto de
investigaciones empíricamente contrastadas y altamente refutadas en el ámbito
internacional, relativa al acoso escolar, que son harto conocidas (Olweus,
1993; Fitch,
2005; Orpinas y
Horne, 2006; Totura
et al., 2009; Namie
y Namie, 2000; Crothers,
Kolbert y Barker, 2006; Hansen
y otros, 2006; Gunsalus et al.,
2007; Dellasega,
2009; Salmivali
et al., 2010; Zapf
et al., 2011; Richard,
Schneider y Mallet, 2011; Carr,
2015). En todas ellas, así como, entre otros estudios ya más actualizados (Sharma et al., 2023; Saneleuterio
et al., 2023; Irwin
et al., 2023), el acoso escolar es una proposición en cuanto una entidad sistémica
global, consecuencia de todas las interacciones y acciones sociales ejercidas,
cuya influencia es mayor si esta procede de las posiciones de sobreextensión
dimensionadas de los grupos institucionales de mayor poder, que, aun pareciendo
acciones inocuas y/o pasivas, por medio del feedback social se convierten
en procesos altamente activos, que pueden ser altamente aversivas y generadoras
de maltrato en determinadas situaciones particulares dentro del contexto.
Ahora,
dentro de cada uno de nosotros/as, cabe reflexionar sobre nuestras propias acciones
y aportaciones dentro del ámbito socio- familiar y escolar, tanto en referencia
a la escuela primaria, secundaria, como a la enseñanza superior, para tratar de
mejorar de verdad esta situación, pues, más allá de la certeza de las teorías
de la personalidad sobre los tipos cognitivos, que, en efecto, son ciertas,
también las variables interactivas, tales como las actitudes y comportamientos personales,
grupales y/o acciones colegiadas pueden desencadenar un proceso grave de
maltrato con todas las consecuencias que esto puede suponer en cualquiera de
las fases de su desarrollo en una persona concreta, aun cuando, la intención
inicial del grupo no había sido esta.